viernes, 8 de enero de 2010

Matucana: Cataratas de Antankallo

Yendo por la Carretera Central, hacia el Este, pero mucho más antes que Huancayo y Brasil, se encuentra Matucana, distrito de la provincia de Huarochirí en el Departamento de Lima. Si se toma el bus en Chosica, aun provincia de Lima, se puede llegar en cerca de una hora a un costo que no pasa los 5 soles.

Durante el viaje se aprecia zonas rurales y lugares donde se practica el agro en las orillas del limpio, al menos sí en esa parte, Río Rímac, donde las vacas, ovejas y caballos pastan libremente. Al llegar a Matucana, se ve que su Plaza Central no es muy grande, obvio pues no es una mega cuidad. Pero el tema central es sobre las Cataratas de Antankallo no sobre Matucana.

Como a 300 metros de la Plaza, hay un camino ascendente por el cual puedes llegar a ellas. A medida que se sube, se ve que las casas tienen pintadas sobre sus muros, nombres de las ciudades de Huarochirí, con pequeñas descripciones estadísticas (Foto 1). También abundan la vista de granjas de crianza de vacas, y donde directamente se puede comprar leche y quesos, a precios muy módicos, sin intermediarios de por medio.

Pero llegar a las cataratas no es fácil, menos para las personas de vida sedentaria, son de 2 kilómetros y medio de distancia. Y a pesar que no es una altitud muy elevada, a comparación de Cerro de Pasco o Ticlio, 2750 metros, la caminata resulta agotadora.
El agua mineral resulta indispensable y debe ser comprada antes de iniciarse la caminata, pues en el camino no hay kioscos ni vendedores ambulantes a los cuales comprarles.

Luego de cruzar un puente de madera de pisos crujientes y algunos huecos sobre él, empieza la larga caminata ascendente en forma zigzagueante sobre un camino angosto de tierra seca y árida al costado de las montañas. A costado la vista abismal (Foto 2) cada vez es más alta, se sugiere ir despacio y tomar reposo cuando se crea necesario. Nunca falta un desubicado con zapatos de vestir ó el que se cree Superman que puede llegar en tiempo record.

El paisaje es apacible, casi no hay ruido, en medio de la naturaleza, como estando frente a la nada. Un primer arrollo, casi enano, es la primera y única oportunidad de refrescarse, y de allí no hay más. A seguir. El sol empieza a irradiar y haga parecer que las mochilas y la ropa pesen el doble. Las paradas empiezan a ser mas continúas, para respirar, tomar agua o simplemente tomar fotos panorámicas. Eventualmente un heladero de D’Onofrio aparece y afortunadamente vende sus helados a precio normal, sin saber que puede aprovecharse de la casi nula competencia y la sed de las personas para venderlos más caro.

Después de cruzar el Bosque de Piedra, que por el tamaño debería llamarse Jardín de Piedra (Foto 3), se atraviesa un puente colgante que se balancea como columpio para llegar al destino final. Una caída de agua como de 15 metros (Foto 4), que parece una ducha grande, la cual cae sobre piedras enormes formando un pequeño arrollo. Muchos turistas posando para la foto, en mancha o solos, todas las edades, inclusive boy scouts y colegiales.

Luego el regreso, que parece el doble de distancia que la ida. Y no porque esté en bajada quiere decir que el esfuerzo será menor. La caminata igualmente debe ser apacible pues un mal paso puede hacer hacerlo a uno caer, inclusive al abismo que esta al costado.
De pronto empiezan las nubes a oscurecerse, profecía de una inminente lluvia y las gotas empiezan a caer. La caminata se hace más pesada. Las patinadas y caídas de trasero empiezan a manifestarse. Para eso es preferible tener las 2 manos libres para mantener el equilibrio abriendo los brazos, agarrarse de las piedras, arbusto o el piso de sentir la posibilidad de caer. Caminar agarrado de las manos es un error, pues al caer uno, caen todos.

Entonces suenan los enfurecidos truenos, como una acción divina que quiere ponerlo a uno a prueba. La calma es básica, que a uno le caiga un rayo es posible, pero igual hay que avanzar, despacio para evitar la sudoración y una posible gripe. Ensuciarse es inminente, y quizá obligatorio, pues es preferible a caerse. Uno se siente como un soldado marchando en una campaña.

Finalmente la zapatilla toma contacto con el cemento. La caminata acabó y a tratar de buscar sombra para evitar seguir mojándose, descansar, exprimir la ropa mojada si se puede. Recomendable es llevar ropa limpia para cambiarse, para no dar la apariencia en la calle de haberse escapado de un campo de concentración. Preferible estar preparado para todo, uno nunca sabe.

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